Monday, September 22, 2008

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20 de septiembre de 2008

1. Lo que ella no sabe es que aquella noche, cuando bailamos danzón, yo pensaba en aquellas mujeres con las que he querido, a lo largo de mi vida, bailar así, lentamente, entre la luz de las farolas, en la oscuridad del cuerpo. No se lo he dicho y, sin embargo, he sabido que sólo con ella podría bailar, que sólo con ella podre. He querido decírselo, pero no he podido. Su abrazo ha sido más lento que aquellos abrazos -siempre esperados, nunca dados-, ha sido distinto. Mi cabeza ya no es mi cabeza. Nos besamos. La orquesta tocaba, en el quiosco de la plaza; los instrumentos -metálicos, rumorosos- brillaban con alegres, cansados destellos. Las parejas reían. Llegamos a casa. Dormimos juntos. Al despertar, ninguno de los dos se atreve a decir algo. Se miran largamente, abrazado a su cuerpo y al otro, para llamarse así, enceguecidos, miserables -para sentir que la bestezuela todo lo devora-; para sentirse poco a poco, sin romper el abrazo.

2. La enfermedad del cuerpo no habrá de irse. La certeza de que en mí habita una bestia doble, bifronte, terrible, no me abandona. Mi cabeza ya no es mi cabeza.

3. Nota primera para un texto que está por escribirse:

23 de septiembre de 2008

"La certeza de un contenido que se configura a razón de una aparente lógica interna, pero que, apenas logra conformarse, no presenta sino un carácter difuso, impreciso, caracterizado por la vehemencia del goce, del propio deseo que intenta nombrarse y, con esto, abandonarse a una voluptuosidad mayor"

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